La décima edición de la feria gastronómica que hace años se realiza en El Dorrego fue récord, recibió 165 mil personas en 4 días y el domingo desbordó el predio.
Una fiesta de aromas en el aire del Predio Ferial El Dorrego atraía a una multitud que se sentía tentada por ingresar. Carnes, vegetales, cazuelas, mariscos, postres, helados… las opciones no sólo encantaron al paladar, sino que también a los otros sentidos.
La Feria Masticar es el encuentro gastronómico más importante de Argentina y también de América Latina. Año a año, son muchos los que recorren tanto los stands de comida como los del mercado, en busca de nuevos sabores. En esta décima edición y a lo largo de sus cuatro días, desde el jueves 15 al domingo 18, concurrieron unas 165 mil personas.
Quizás en la decisión de los organizadores de no remarcar precios esté la explicación a convocatoria semejante. Porque, en especial el domingo, la feria estalló.
El caudal de visitantes se sintió primero en el tránsito. Desde el mediodía, las calles de Colegiales parecían el Microcentro en día de semana o los alrededores de un estadio cuando hay partido o recital. Acá y allá, y en especial en la zona más inmediata al predio, era imposible avanzar. Tanto así que muchos decidían bajar de taxis y autos antes, y completar camino a pie. Pero en el acceso había otra sorpresa: los 300 metros de hilera humana.
“Hay cuatro horas de espera, como mínimo”, anunció una chica de la organización a quienes formaban fila en la esquina de Conesa y Matienzo, a 100 metros de la entrada. “La capacidad está colapsada, hasta que no salgan los que ya están, no entran nuevos”. Ante las caras de incredulidad y enojo fue más esperanzadora, o eso intentó: “En este horario están todos. Más tarde, la entrada va a ser más directa”.
Dentro del predio, las cosas no eran distintas, sólo se acentuaban. Nada podía hacerse sin una fila: cambiar la plata real por la que se usaba durante la feria (unos billetes de colores que sólo tenían utilidad en Masticar), comprar comida, degustar un vino o conocer las cualidades de un producto del mercado, el corazón de la feria, según los organizadores. Ahí, entre puestos de venta de yerba de Oberá -Misiones-, papas de Campo Quijano -Salta- y aceite de semilla de zapallo de Santa Catalina -Córdoba-.
Al aire libre, sobre todo en los puestos de brasas y alrededor de los foodtrucks y las barras de vino y cerveza, los jóvenes de veintilargos y treintaypocos eran multitud.
En esta edición, una de las novedades fueron los stands con cocineros invitados, una estrategia que logró duplicar, en comparación a años anteriores, la oferta de chefs cocinando.
Cuáles fueron las principales novedades en Masticar
Para su décima edición, Masticar presentó un mercado de productos más grande en el que participaron más de 150 productores invitados, que trazaron un mapa de sabores de todo el país: naranjas sanguinas, tomate de árbol y palta torres de Tucumán; variedades de tomates y pimientos de Salta; moringa de Misiones; ajos de Mendoza y alcauciles de La Plata, quesos de San Juan, Salta, Jujuy, Córdoba, Tucumán y Buenos Aires; los destilados argentinos y la harina de sarraceno, trigo, maíz, algarroba, teff y kamut, entre muchos otros productos regionales.
Para la mayoría, era como un Disney de atracciones, pero todas gastronómicas. A donde se mirara, había alguien sosteniendo un plato o bandeja descartable y llevándose a la boca un pedazo de carne, waffle, helado, guiso, empanada o sopa.
Entre los fuegos, Lele Cristóbal, dueño del restaurante Café San Juan, no paraba de sorprenderse.
“Hay bocha, bocha, bocha de gente”, repetía. “Yo estoy desde que abre hasta que cierra, es un día especial. No todo el mundo llega a tu restaurant y poder darle algo hecho de mi mano por $ 200 (valor de la entrada), me alegra mucho”. Un mes atrás empezó a diseñar su presencia en Masticar. Primero definió el menú y después el look: “Presentamos tres propuestas, todas con cerdo. Así que nuestra estética obedece al rosa chancho, mucho neón, mucho pinkie, describió, vestido de blanco y rosa, en los mismos tonos del puesto, donde luces blancas de tubo formaban la cara de un chanchito.
Como los cientos de cocineros que formaron parte de Masticar, para el año que viene Lele tendrá que hacerse a la idea de otro lugar, con otras características y dimensiones. Porque la edición de este domingo en El Dorrego, fue la última. Meses atrás el terreno se subastó y vendió. Ahí, en lugar de propuestas gastronómicas, habrá oficinas. Y por el momento la nueva sede de la feria es un misterio. La única certeza son y serán los miles y miles de asistentes que la eligen año a año.
En esta oportunidad hubo interesantes clases de cocina a cargo de los más prestigiosos chefs argentinos e invitados internacionales, como Christophe Krywonis, Narda Lepes, Dolli Irigoyen, Osvaldo Gross, Donato De Santis, Pablo Massey, Tomás Kalika, entre otros.
Este año el “país invitado” a Masticar fue Perú, de la mano de Gastón Acurio, el chef que revolucionó la cocina del país incaico. En tanto, la “provincia invitada” fue Buenos Aires, ofreciendo en el mercado productos como trufas negras, frutas orgánicas, hongos, brotes, vegetales, aceites, lácteos, alfajores, dulces, granos, harinas, especias, pastas e infusiones.
Otro de los chefs top que participaron de Masticar, a través de una clase de lujo, fue Mauro Colagreco: el argentino que es propietario del restaurante Mirazur, recientemente elegido como Mejor Restaurante del Mundo en el “The World’s 50 Best Restaurants”.