La histórica panadería del barrio Belgrano se hace eco de la delicada situación actual y en un acto solidario diariamente dona el excedente de pan a la gente más necesitada.
Distintas panaderías de la Ciudad donan la comida que no vendieron en el día a personas en situación de calle o a las que ya no les alcanza el dinero para llevar pan a sus casas. La escena se repite de lunes a lunes, en la esquina de Cabildo y Juramento, donde se encuentra una de las panaderías más tradicionales de Buenos Aires, Antigua Belgrano, cada noche, a las ocho de la noche, entre quince y veinte personas esperan en fila.
Los empleados de la panadería sacan, cada noche, una bolsa con pan y facturas para ellos.
“Hacemos un recorrido: mi marido va a pedir a algunos lugares, yo vengo para acá porque sé que siempre nos dan algo. No tenemos otra posibilidad: tengo cinco hijos, no me queda otra, está todo muy difícil”, cuenta a la prensa Patricia, de 57 años.
Antigua Belgrano no es el único comercio que colabora con personas en situación de calle. “Primero sacamos la basura, la gente nos da una mano para llevar las bolsas de residuos hasta el container, y después les llevamos una bolsa con el sobrante del día, que es una especie de retribución”, relata Gustavo Cons, dueño de la panadería y con más de 40 años en el rubro.
Hace tres décadas asiste a personas en situaciones carenciadas. “Me gustaría no tener que hacerlo, pero la situación del país me obliga a ayudar de alguna manera”, cuenta Cons a los mismos medios.
A pocas cuadras de Antigua Belgrano, hay una panadería que a las nueve y media de la noche se desprende de la comida del día. Los vecinos cuentan que la fila de personas es larga, que las caras se repiten.
Eduardo Zabalegui, Secretario de la Cámara de Confiterías, cuenta que hace más de cincuenta años que es dueño de la confitería Gran Córdoba, ubicada en Avenida Córdoba y Aráoz, en Villa Crespo, donde siempre reparten alimentos, pero ya no lo hace en el horario del cierre porque la puerta del local se había convertido en un punto álgido: había gente que se peleaba, vecinos que se quejaban por los disturbios, y el buen gesto había mutado en un problema.
Ante esta situación se implementó una nueva forma de continuar con las donaciones: “Ahora trabajamos con tres entidades solidarias a las que le preparamos bandejas con comida; envolvemos todo como si fuera el pedido de un cliente. Ellos vienen en camionetas y se llevan todo. Una viene los martes, se llama El Merendungue y es un comedor que alimenta a cerca de cien chicos en situación de calle. Los viernes pasan de la Parroquia Nuestra Señora de la Consolación, cuyos comedores atienden a 300 personas, en Scalabrini Ortiz y Córdoba. También colaboramos con Cáritas. Vienen siempre. Todas las semanas. Ellos se ocupan de manejar los alimentos”.
Cada vez son más los comercios que ayudan al que no tiene, al que duerme en la calle, al que no le alcanza para comprar comida. Verdaderas muestra de solidaridad a ser imitadas.